La niña caracol

La niña caracol

“Érase una vez un confinamiento, y te aseguro que no te miento. Pues en casa encerrada se hallaba el mundo a causa de un virus moribundo. La pandemia para reflexionar creía que la gente iba a utilizar, pero con tristeza te confieso que en eso dejé de pensar hace tiempo. Pues los minutos en pantallas invierten y sus mentes en prisiones convierten. Olvidan la magia de mirar pese a no tocar, de imaginar pese a no realizar, de cantar pese a no encantar, de reír pese a no salir. Mi frustración cada vez es mayor, más rendirme no pienso y, por ello, lo siguiente te manifiesto: en busca del ejército de la paz ando pero, sin poder caminar, muy lejos no podré llegar. Segura estoy de que tú, bajo tu apuesto caparazón, podrás cumplir con la misión que tuve en mi última visión…”

Éste fue el último intento de Sandra para comunicarse con “Lechuga”, el caracol que llevaba intentando domesticar desde que empezó la cuarentena. Se decidió a hablarle de un modo más poético, pues era la única forma de que el animalillo prestase atención. En esta sociedad infravaloramos la erudición de los caracoles, y en pocas escuelas enseñan a comunicarse con los seres más minúsculos. Por suerte, Sandra era de las que se fijaba en los pequeños detalles. Creía que cambiaría el mundo, transformando todas las pequeñas partes que convivían en él. Y así fue… 

Lechuga se aprendió de memoria el plan visionario de su gran amiga y desapareció por su ventana, sumergiéndose en la mayor aventura de su vida: su deber era tan concreto como complejo. Tenía que despertar la esencia de todos los guerreros y guerreras del ejército de la paz. Para ello, tenía que descubrir lo que a cada uno le provocaba cosquillas en el alma. 

A algunos les susurraba palabras en el “lenguaje caracolio” mientras soñaban, para estimular sus ansias de unir fuerzas. A otros, les cantaba “el himno de la lechuga verde esperanza” hasta que no podían dejar de tararearla. Se introducía en la ropa interior de los más dormidos para intentar movilizar los cuerpos oxidados. Se zambullía en las sopas de letras de los más pequeños para escribirles mensajes de auxilio. Llenaba de babas los móviles, las televisiones, los ordenadores y hasta los “satisfyer pro”… para que pudiesen “pensar” por ellos mismos. Aprendió a hablar nuestro idioma para pedir ayuda a los más estudiosos y escépticos. Se hizo experto en redes sociales para difundir su mensaje. Escribió mensajes de amor y libertad en los deberes de matemáticas, ética y literatura. Se volvió chef profesional para que le hiciesen caso los más glotones… 

Se inventó lo imposible, adaptándose a cada caso excepcional, a cada necesidad y capricho y, por lo que sé, sigue en ello, con más fuerzas que nunca. No le importa lo que le queda por hacer, solamente piensa en todo el recorrido que lleva y en todo lo que ha evolucionado. 

No está siendo fácil para Lechuga cambiar una realidad de estas dimensiones. Tampoco lo está siendo para todas aquellas personas que no podemos “salir”. Y lo pongo entre comillas porque puede que no podamos salir físicamente, pero os aseguro que hay una infinidad de maneras de salir… Quizás no sea lo tuyo eso de domesticar caracoles, pero seguro que encuentras tu manera de salir y decirle al mundo: “¡YO TAMBIÉN FORMÓ PARTE DEL EJÉRCITO DE LA PAZ!”.

Pedido de Sandra Medina

"Protagonista: chica, te dou libertad psra decidires los pormenores porque sei que te vas a rever. 

Quer cambiar las mierdas del mundo. Juntarse a los e las que tambien lo quierem, pero parece mas que esse exercito de la paz 'e mas invisible do que el exercito de la guerra.

En algun momento, una pandemia aparece y la chica piensa que las personas van aprovechar esse isolamiento para refleccionar.... pero lhe parece que solo o estan aprovechando para cerrar mas sus ojos... 

La chica se foca en si e como puede transmitir la consciencia y el amor por vias q=que puedem ser mas ouvidas...

Te doi toda libertad se haceres lo que quieres, bella, y la libertad de no haceres se no quieres \3 abrazo energetico"