jueves, 14 de mayo de 2020

“ALTUNTÚN ROJO”

“ALTUNTÚN ROJO”

El estrecho de Gibraltar es el lugar por donde se produce la unión natural de dos masas de agua: el mar Mediterráneo y el océano Atlántico; la separación entre dos continentes: Europa y África; el límite del mundo para los griegos; el encuentro entre dos almas incomprendidas.

Tilikum era la orca más pequeña de la manada. No era como los demás. Tenía manchas blancas por todo el cuerpo, no le gustaba la caza y no era capaz de permanecer sumergido más de 5 minutos. Era el hazmereir, el “blanco” perfecto, el raro. Su madre le repetía a diario lo especial que era y lo mucho que valía. Su padre hacía como si no pasara nada, para él todo estaba bien siempre, pasara lo que pasara. Quería que su hijo fuera el mejor cazador de su manada y que lograra el reconocimiento que él se había ganado a su edad. Solamente hablaba con él para meterle presión, para decirle que se esforzará más y más. Nunca era suficiente.

Itziar era la más sensible de la cuadrilla. No era como las demás. Tenía una forma de ver el mundo que le alejaba de lo convencional, no le gustaba sentirse parte de una especie que se dedicaba a destruir el planeta y no era capaz de permanecer rodeada de personas que fingían ser algo que no eran. Era el foco de todas las miradas con ganas de dañar, la “exagerada”, la rara. Su madre le repetía a diario lo especial que era y lo mucho que valía. Su padre estaba a lo suyo, nunca opinaba, parecía estar demasiado ocupado en su vida. Se acabó separando de ellas para seguir encerrado en su burbuja, sin querer mirar más allá, evitando cualquier tipo de malestar, preocupación o conflicto. Solamente hablaba con ella para lo justo y necesario y, a veces, ni eso.

Ambos tenían sueños, deseos, anhelos. Querían viajar, ver mundo, descubrir sus límites, ponerse a prueba, fracasar y aprender, conocer a otro ser “diferente” para sentirse menos fuera de lugar.

Tilikum dejó la manada aprovechando el momento de caza. Era el momento idóneo, ya que todos tenían la atención en que la estrategia fuese infalible y no había ni una milésima de segundo para pensar en otra cosa. Miró a su madre de lejos… Era la hembra más bella de la manada, conocida por su gran aleta dorsal y la perfección de sus dos manchas blancas que resaltaban su noble mirada. Se le hubiera caído una lágrima de no haber estado bajo el mar. No sabía cuándo volvería.

Itziar dudó entre inventarse una excusa para dejar tranquila a su madre o escaparse directamente. Optó por lo segundo. Estaba demasiado cansada como para mentir. Hizo la mochila, se despidió de sus queridas mascotas y se fue, aprovechando que su madre estaba trabajando. Su madre era una mujer ejemplar, luchadora. Tenía un corazón de oro. Ella le había enseñado que esperar no era la mejor forma de ser libre.

Los dos tomaron el mismo rumbo por una misma razón: el atún rojo. Les apasionaba. Para él comer atún rojo era rebelarse contra la caza, lo más parecido a ser vegano, hacía que no se sintiera culpable por lo que comía. Para ella era tradición, desde niña se había convertido en la fan número uno de la receta de su abuela: atún con berenjena, tomate y patatas. Era el punto débil de los dos. Se sentían comprendidos por el atún. Las preocupaciones desaparecían en un abrir y cerrar de boca.

Itziar llegó a Tarifa y lo primero que hizo fue comprarse un pincho de atún rojo con berenjena, tomate y patatas en uno de los bares de la costa. Se sentó en una roca situada a la orilla del mar.

¿Conocéis la sensación de estar más acompañada que nunca sin nadie alrededor? Pues eso le sucedía a ella. El ruído que provenía del exterior en su día a día le impedía estar con ella misma.

Se repetía en voz baja una y otra vez: “Siempre que dudes de lo lejos que puedes llegar… Solo recuerda lo lejos que has llegado. Recuerda todo lo que has enfrentado, todas las batallas que has ganado y todos los temores que has superado. Lo único que vale es creer en tí”.

Tilikum nadaba con la sensación de estar libre. Daba giros, saltaba, gritaba de alegría. Soñaba que era Hércules en su décimo trabajo, a punto de derrotar al monstruo Gerión, coger los bueyes y llevarlos a Micenas. Se sentía más grande que nunca. De pronto le llegó un olor a… ¿ATÚN ROJO? No se lo podía creer. La aventura no podía ir a mejor…

Itziar estaba a punto de darle el primer mordisco a su capricho cuando, un cetáceo dentado cuatro veces más grande que ella, se lo quitó de las manos. Se quedó totalmente paralizada. Se había sentido amenazada muchas veces, pero esta adrenalina no tenía ni punto de comparación.

“Tus nervios hallarán la muerte, tus miedos la paz”. Sentía que no tenía nada que perder y se quedó quieta, observando cómo un bicho gigantesco engullía su pincho…

Esa noche la pasó en un hostal barato. Se quedaría ahí hasta encontrar su lugar. Quizás un “Workaway”, un trabajillo y un piso barato o a saber. No tenía prisa, quería dejarse sorprender.

Tilikum no pegó ojo. No sabía qué le habían echado a ese atún pero estaba demasiado bueno. No podía dejar de pensar en que quería más… Le rugían las tripas pero se negaba a cazar. Él era una orca vegana y no pensaba saltarse sus principios.

Al día siguiente, a la joven se le ocurrió volver a repetir el plan fallido: pedir el pincho que no pudo saborear en la misma roca situada a la orilla del mar…

El hambriento animal pudo percibir el olor a atún desde donde estaba y, zás, otro pincho menos para Itziar.

Estaba harta de que siempre le quitasen lo que más quería, de que no pudiese disfrutar de los placeres que creía que se merecía y se le fue de las manos. Se puso de pie y empezó a gritarle al animal:

ITZIAR - ¡LADRÓN DE CAPRICHOS, OJALÁ TE PONGAN UN CORCHO EN EL AGUJERO POR EL QUE RESPIRAS Y TE ATRAGANTES!

El animal desapareció. Ella se hizo bola y empezó a llorar y a llorar. No podía parar. A ese ritmo iba a subir hasta la marea. Tilikum escuchó los sollozos de la chica. Estaba haciéndole a una pobre indefensa lo mismo que a él le habían estado haciendo durante años. Qué vergüenza.

Se sumergió en las profundidades del mar, aún sabiendo que aguantaba poco tiempo debajo del agua, y salió con una perla brillante como signo de arrepentimiento… Itziar no se lo podía creer. No había bebido, ni fumado, ni… Pero estaba alucinando. Joder. Lo que le faltaba, una esquizofrenia paranoide. Pues ya que estaba flipándolo decidió que lo mejor era disfrutar. Alargó la mano y cogió la perla.

ITZIAR - A ver si te piensas que una perla compensa dos pinchos de atún rojo con berenjena, tomate y patatas…

El animal seguía ahí. Quieto. Mirándola fijamente.

ITZIAR - ¿Qué miras, eh? ¿Tú también crees que soy rara? Pues que sepas que es la primera vez que tendrías razones para pensarlo.

Lanzó un chorro de agua por el agujero.

ITZIAR - ¿Y tú, qué eres? ¿Una ballena blanca, un delfín gordo o una orca descolorida?

Se acercó a su enorme cabeza y descubrió que las orcas tienen los ojos minúsculos… Los ojos de Tilikum, en concreto, eran brillantes, llenos de vida y juventud. Le intentó acariciar pero se resbaló y cayó al mar. La orca le subió a su lomo y ella, por instinto, se agarró de la aleta.

Se sintieron libres. Estaban desobedeciendo, haciendo lo que les daba la gana, arriesgando. Eso era vida. Decidir sin pensar, sencillamente reaccionar y soltar la carga de normas, prohibiciones y supuestos que cumplir…

ITZIAR - ¡Te perdono a cambio de una vuelta!

Él se sintió fuerte, útil y aceptado por primera vez en su vida y, ella, dueña de sus impulsos.

Tilikum nadó lo más veloz que pudo para sorprender a su nueva amiga. Itziar confiaba en él y se dejó llevar… A lo lejos divisaron una pequeña isla.

ITZIAR - ¡Vamos a la isla del tesoro!

Era una isla con un encanto especial. Era diferente. La bautizaron como “La isla de los incomprendidos”. Poco a poco la fueron decorando, personalizando. Crearon un espacio para que pudieran ir todos aquellos seres del universo que se sintieran fuera de lugar. Aparecieron canguros que habían olvidado saltar, extraterrestres con OVNI-s sin gasolina, koalas con alergia a los árboles, erizos sin pinchos, piratas que se negaban a saquear, tiburones con intolerancia a la sangre, gaviotas sin pico, Nemo sin su padre, una bruja sin escoba, la bella durmiente con insomnio, una profesora que había perdido la ilusión de enseñar, un boxeador sin poder protegerse las manos con guantes por la dermatitis, el ratoncito Pérez saturado de tanto pedido, caperucita roja con su capa descolorida, el Joker con ganas de hacer el bien, un par de concursantes del reality supervivientes 2020 que se habían confundido de isla, un camaleón sin camuflaje, un loro mudo, un niño sin familia, un escorpión sin veneno, un vampiro fanático del ajo, un mosquito que se negaba a picar, un político en contra de la corrupción, una babosa sin baba, David Bisbal sin rizos, una araña sin tela, una mujer desahuciada… y, para sorpresa de todos, ¡el dueño del bar de los pinchos de atún con berenjena, tomate y patatas!

Juntos construimos un paraíso con un chiringuito para satisfacer el gusto de cualquier incomprendido.

Tilikum e Itziar se volvieron inseparables. Uña y carne. Después de un tiempo decidieron volver a donde se encontraban sus familias para contarles cómo habían acabado en un paraíso donde, por fín, se sentían en casa. Fue precioso el momento en el que mamá orca y mamá Itzi se conocieron tomando un daiquiri en el bar de "ALTUNTÚN ROJO".

En la isla aprendes que vivir plenamente es sentir que estás teniendo una alucinación sin fin que te lleva de un lado para otro, hacia el bienestar, el amor y la felicidad.

“Somos sonrisas, lágrimas, kilos, palabras, virtudes, defectos. Solo eso, seres que buscan su lugar en la isla de los incomprendidos”.


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La especie, como característica distintiva, posee una aleta dorsal muy larga que llega a medir hasta 1,8 metros.

La especie, como característica distintiva, posee capacidades mentales que le permiten inventar, aprender y utilizar estructuras lingüísticas complejas, lógicas, matemáticas, escritura, música, ciencia y tecnología.

Presenta una coloración blanca y negra que se distribuye de manera particular, la cual es propia de cada individuo y permite distinguirlo de los demás. 

Presenta una coloración que varía entre casi negro y casi blanco, que se distribuye de manera particular dependiendo de la concentración de melanina, la cual es propia de cada individuo y permite distinguirlo de los demás.

Los individuos de la especie forman estructuras sociales complejas y se organizan en grupos matrilineales; para facilitar la socialización utilizan un método de comunicación sofisticado. 

Los individuos de la especie forman estructuras sociales complejas y se organizan en grupos patrilineales; para facilitar la socialización utilizan un método de comunicación sofisticado.

Desde la antigüedad, se le ha considerado un animal feroz y peligroso. 

Desde la antigüedad, se ha considerado superior al animal.

Esa imagen empezó a cambiar desde la década de 1960, al observarse que los primeros animales en cautiverio se comportaban dócilmente y no intentaban agredir a los humanos. 

Esa imagen jamás cambió y, con el tiempo, el desarrollo tecnológico, científico y social les permitió tener más control sobre lo que definieron como “animales”, intentando domesticar y lograr comportamientos dóciles para utilizarlos a favor de sus intereses.

Se han registrado muy pocos ataques a humanos por parte de individuos en libertad, sin ninguna muerte; sin embargo, los ejemplares en cautiverio, probablemente debido al estrés que les causa la situación, se han cobrado algunas víctimas.

Se han registrado muy pocos ataques a orcas por parte de individuos en libertad, sin ninguna muerte; sin embargo, no hay que fiarse de lo que registra el ser humano de sí mismo...

Las orcas se distribuyen en todos los océanos del mundo, desde las aguas polares hasta las tropicales, aunque suelen preferir aguas frías y templadas.

Los homo sapiens se distribuyen por todo el mundo, desde donde les apetece hasta donde les da la gana, aunque suelen preferir zonas con condiciones de vida privilegiadas.

Llegan a internarse hasta el mar Mediterráneo. Concretamente, en el estrecho de Gibraltar existen varias familias de orcas residentes que se alimentan del atún rojo.

Llegan a establecerse a las orillas del mar Mediterráneo. Concretamente, en Tarifa existen varias familias de humanos residentes que se alimentan del atún rojo.


Pedido de Itziar Heras

"Itziar Heras
Orca
Mar
Resiliencia
Libertad
Crecimiento".

1 comentario:

  1. A veces no domesticamos solo a otros animales... nosotros mismos nos volvemos dóciles, aceptamos normas que no nos replanteamos, nos atrapa perseguir aquello que se considera que está bien, que debe hacerse, que debe valorarse. Así es como limitamos nuestra mirada, nuestras posibilidades, nuestra capacidad de crear nuevas relaciones, nuevas metas, nuevos mundos mejores, llenos de encuentros casuales, facetas e historias que muchas veces pasan desapercibidas. Decidir sin pensar... Si tenemos la valentía de iniciar ese viaje en solitario podemos toparnos con verdades ajenas tan válidas como cualquier otra, y más cercanas de lo que en un principio pudiéramos sospechar.

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